Esta mañana L. me ha convocado en su despacho. Tenía el gesto serio. Me ha vuelto a hablar del trabajo. Me ha dicho que no entiende mi decisión. Sus palabras han sonado duras y con un cierto reproche.
Creo que hay algo que no quiere decirme, sabe algo que desconozco y eso me ha puesto nerviosa. Todavía no le ha comentado nada a J. y por eso quiere que vuelva a pensarmelo, que recapacite. Ha mejorado las condiciones que me ofrecía. Me ha hecho una oferta que es imposible de rechazar.
Tenía las cosas muy claras; ahora me siento descolocada y presionada.
Hemos tenido una pequeña discusión simplemente porque él no acepta ni negativa. Me ha dicho que nadie en la vida me ofrecerá un puesto de trabajo como el que él me ha ofrecido. Me ha dolido porque no me he sentido valorada. Es como si debido a sus sentimientos se sintiera obligado a ofrecerme esto, como si no creyera en mis posibilidades.
L. ya se ha marchado de la oficina., pero me ha mandado un mensaje diciendo que debería aceptar. Después me ha llamado para invitarme a cenar. Sospecho que quiere insistir sobre el tema y que no parara hasta que oiga de mis labios la palabra "acepto".
L. no lo sabe aún pero mi respuesta está sobre su mesa en un sobre que acabo de dejar ahora allí. No quiero más presiones.
Ahora me voy a casa a ponerme guapísima y a disfrutar de la cena.
Mañana será otro día.